Matthew Le Tissier. Todo un orgullo.
No puede negarlo, este ex-jugador es una de mis debilidades. No solo por la calidad que destilaban sus botas, sino también por el amor y respeto que
demostró siempre a unos colores, haciendo oidos sordos a los billetes y a los grandes equipos. Hablar del Southampton sin mentar a Le Tissier es imposible.
Nacido en Guernsey, una isla situada en el Canal de la Mancha, entre Inglaterra y Francia. Sin duda ninguna fue uno jugadores ingleses con más calidad de los
últimos veinte años, equiparable a Paul Merson o Paul Gascoigne. Sin embargo, hubo un factor para que Matt no fuera tan reconocido como ellos, su amor a los
colores de un equipo, el Southampton FC, más acostumbrado a luchar por evitar el descenso que por optar a cotas más altas. Allí marcó una época, enfundándose en más de 500 partidos la elástica rojiblanca y marcando más de 200 goles.
Es prácticamente imposible recordar un futbolista que, con tanto talento, haya conseguido tan poco en cuestión de títulos. Sus vaselinas, disparos de larga distancia, regates y fintas inverosímiles o elegancia en la definición son una cita obligada en cualquier hemeroteca de la Premier. 16 años de su vida los pasó en el mismo equipo, en su único equipo, en su equipo. Allí se divertía y eso se notaba cuando saltaba al campo. Un lujo haberle visto jugar. Sus goles, su fidelidad por el club de Hampshire le elevaron a la categoría de mito. Tentado por los grandes de la Premier y de Europa, hizo caso omiso a sus ofertas. Optó por luchar por la permanencia junto a los suyos antes que mostrar su enorme calidad en los mejores campos de Europa. Él sólo buscaba pasárselo bien; la gloria y el éxito, para otros. De ahí que su estado físico rozará siempre con el límite de la profesionalidad. Con pequeña tripa, algo desgarbado y con presencia de un delantero torpe por abajo y contundente por arriba, Le Tissier engañaba a sus rivales mejor que a las calorías que le castigaban por su gusto por las hamburguesas o el chocolate.
demostró siempre a unos colores, haciendo oidos sordos a los billetes y a los grandes equipos. Hablar del Southampton sin mentar a Le Tissier es imposible.
Nacido en Guernsey, una isla situada en el Canal de la Mancha, entre Inglaterra y Francia. Sin duda ninguna fue uno jugadores ingleses con más calidad de los
últimos veinte años, equiparable a Paul Merson o Paul Gascoigne. Sin embargo, hubo un factor para que Matt no fuera tan reconocido como ellos, su amor a los
colores de un equipo, el Southampton FC, más acostumbrado a luchar por evitar el descenso que por optar a cotas más altas. Allí marcó una época, enfundándose en más de 500 partidos la elástica rojiblanca y marcando más de 200 goles.
Es prácticamente imposible recordar un futbolista que, con tanto talento, haya conseguido tan poco en cuestión de títulos. Sus vaselinas, disparos de larga distancia, regates y fintas inverosímiles o elegancia en la definición son una cita obligada en cualquier hemeroteca de la Premier. 16 años de su vida los pasó en el mismo equipo, en su único equipo, en su equipo. Allí se divertía y eso se notaba cuando saltaba al campo. Un lujo haberle visto jugar. Sus goles, su fidelidad por el club de Hampshire le elevaron a la categoría de mito. Tentado por los grandes de la Premier y de Europa, hizo caso omiso a sus ofertas. Optó por luchar por la permanencia junto a los suyos antes que mostrar su enorme calidad en los mejores campos de Europa. Él sólo buscaba pasárselo bien; la gloria y el éxito, para otros. De ahí que su estado físico rozará siempre con el límite de la profesionalidad. Con pequeña tripa, algo desgarbado y con presencia de un delantero torpe por abajo y contundente por arriba, Le Tissier engañaba a sus rivales mejor que a las calorías que le castigaban por su gusto por las hamburguesas o el chocolate.
Poco a poco iban pasando a su lado jugadores que, más tarde o más temprano, terminaban aceptando un contrato para defender a otros clubes de mayor prestigio y objetivos. Él no, él decidió ser fiel a los Saints hasta convertirse en prácticamente un Dios entre los aficionados que, semana a semana, acudía a The Dell donde era recibido al grito de “he is God, Le God”. Un jugador de talla mundial que demostró estar locamente enamorado de unos
colores al rechazar mareantes ofertas de equipos más poderosos. Fue el Southampton quien le dio la oportunidad de debutar en la máxima competición en 1986. Le Tissier estuvo eternamente agradecido. A lo largo de sus 16 temporadas en el club, Matt Le Tissier recibió importantes ofertas para cambiar de equipo, siendo famosas las del Chelsea, Lazio o Atlético. Cualquier otro jugador hubiera sucumbido a la tentación de jugar para un grande y liberarse del "sufrimiento" de luchar cada temporada por mantener la categoría en lugar de pelear por ganar títulos. Para hacerse una idea de lo modesto que era el Southampton, basta con ver las palabras del propio Le Tissier, al indicar que el mejor jugador con el que jugó fue el danés Ronnie Ekelund (ex del Barça B). Pero siempre permaneció fiel a sus colores y nunca quiso escuchar los cantos de sirena que venían de Londres, Manchester o Liverpool. Se quedó Southampton, población costera, y allí siguió hasta convertirse en la mayor gloria futbolística que el club ha dado en toda su historia.
Como buen inglés, 'Le God', o 'The fat', que era como el propio Le Tissier veía más justo que le llamasen, tampoco escondía su predilección por la
cerveza. Esos excesos le apartaron de tener continuidad con su selección. Prefirió jugar con Inglaterra antes que con Francia, debido a su lugar de nacimiento, podía escoger entre ambas. Sin embargo, Le Tissier nunca fue un fijo en el combinado nacional. Su amor a unos colores, no obstante, le perjudicaron. El precio que debió pagar por esa decisión de no jugar con los grandes fue alto, hasta el punto que sólo jugó 8 partidos con los pross, algo que se antoja imperdonable y para muchos en Inglaterra, uno de los mayores errores posibles.
colores al rechazar mareantes ofertas de equipos más poderosos. Fue el Southampton quien le dio la oportunidad de debutar en la máxima competición en 1986. Le Tissier estuvo eternamente agradecido. A lo largo de sus 16 temporadas en el club, Matt Le Tissier recibió importantes ofertas para cambiar de equipo, siendo famosas las del Chelsea, Lazio o Atlético. Cualquier otro jugador hubiera sucumbido a la tentación de jugar para un grande y liberarse del "sufrimiento" de luchar cada temporada por mantener la categoría en lugar de pelear por ganar títulos. Para hacerse una idea de lo modesto que era el Southampton, basta con ver las palabras del propio Le Tissier, al indicar que el mejor jugador con el que jugó fue el danés Ronnie Ekelund (ex del Barça B). Pero siempre permaneció fiel a sus colores y nunca quiso escuchar los cantos de sirena que venían de Londres, Manchester o Liverpool. Se quedó Southampton, población costera, y allí siguió hasta convertirse en la mayor gloria futbolística que el club ha dado en toda su historia.
Como buen inglés, 'Le God', o 'The fat', que era como el propio Le Tissier veía más justo que le llamasen, tampoco escondía su predilección por la
cerveza. Esos excesos le apartaron de tener continuidad con su selección. Prefirió jugar con Inglaterra antes que con Francia, debido a su lugar de nacimiento, podía escoger entre ambas. Sin embargo, Le Tissier nunca fue un fijo en el combinado nacional. Su amor a unos colores, no obstante, le perjudicaron. El precio que debió pagar por esa decisión de no jugar con los grandes fue alto, hasta el punto que sólo jugó 8 partidos con los pross, algo que se antoja imperdonable y para muchos en Inglaterra, uno de los mayores errores posibles.
Pocos jugadores en la Historia del Fútbol pueden presumir de un golpeo de balón similar al de “Le God”. Le Tissier era un jugador especial, diferente al resto. De esos futbolistas que hacen levantar a los aficionados de sus asientos.
De niño fue un fan incondicional del Tottenham porque su jugador favorito era Glenn Hoddle. Paradojas de la vida Hoddle le dejó fuera del Mundial 98 y estuvieron años sin hablarse.
Nunca le preocupó su dieta, y eso provocó muchos conflictos con sus entrenadores, sobre todo con Hoddle. En una ocasión tuvo que abandonar el campo
de entrenamiento mareado porque antes de entrenar se había comido un montón de salchichas y de muffins.
Lejos de ambicionar ganar Ligas o Copas, su mayor desafío era mantener a su equipo en la máxima categoría del fútbol inglés, lo que consiguió
ininterrumpidamente desde 1996 hasta el año de su retirada. Tenía claro que el fútbol era algo más que dinero.
Fue el primer centrocampista en alcanzar la cifra de 100 goles en la Premier
Le Tissier será recordado por su sangre fría, lo que le llevó a fallar un único penalti en medio centenar de lanzamientos. Le God, tiró en su historia un total de 50 penaltys, marcando 49, estableciendo un récord que aún a día de hoy no ha sido batido. Mark Crossley, aquel 24 de
marzo de 1993, frenó lo que podía haber sido una racha histórica al salir victorioso de los once metros. Otros hubieran fruncido el ceño, hecho alguna
mueca de desaprobación, pero 'Le God' no. Él formaba parte de un juego, nada más.
Ostenta el título de ‘Freedom of the City’ (variante anglosajona de nuestra simbólica entrega de las llaves de la ciudad) otorgado por el council de Hampshire.
De niño fue un fan incondicional del Tottenham porque su jugador favorito era Glenn Hoddle. Paradojas de la vida Hoddle le dejó fuera del Mundial 98 y estuvieron años sin hablarse.
Nunca le preocupó su dieta, y eso provocó muchos conflictos con sus entrenadores, sobre todo con Hoddle. En una ocasión tuvo que abandonar el campo
de entrenamiento mareado porque antes de entrenar se había comido un montón de salchichas y de muffins.
Lejos de ambicionar ganar Ligas o Copas, su mayor desafío era mantener a su equipo en la máxima categoría del fútbol inglés, lo que consiguió
ininterrumpidamente desde 1996 hasta el año de su retirada. Tenía claro que el fútbol era algo más que dinero.
Fue el primer centrocampista en alcanzar la cifra de 100 goles en la Premier
Le Tissier será recordado por su sangre fría, lo que le llevó a fallar un único penalti en medio centenar de lanzamientos. Le God, tiró en su historia un total de 50 penaltys, marcando 49, estableciendo un récord que aún a día de hoy no ha sido batido. Mark Crossley, aquel 24 de
marzo de 1993, frenó lo que podía haber sido una racha histórica al salir victorioso de los once metros. Otros hubieran fruncido el ceño, hecho alguna
mueca de desaprobación, pero 'Le God' no. Él formaba parte de un juego, nada más.
Ostenta el título de ‘Freedom of the City’ (variante anglosajona de nuestra simbólica entrega de las llaves de la ciudad) otorgado por el council de Hampshire.